Te pienso y te respiro entre el cristal
aquel que me refleja tu reflejo,
el cuadro más preciado que protejo
firmado con tu frase proverbial.
Un recuento del beso epilogal,
que se diera entre el tiempo y el consejo,
ha quedado plasmado en el espejo,
marcando la ulterior huella eternal.
Un momento me tuvo acobardado
todo el dolor que sentía en mi pecho,
hasta que al fin, quedó muy bien grabado.
Será este mi delito y mi pecado,
pensarte como nunca antes lo he hecho,
llevar en mi alma tu nombre tatuado.