Después de Josué fueron llegando los demás sobrinos, hijos de nuestros hermanos. Desataste el nudo de la soltería en la familia y también ellos emprendieron sus propias rutas pero a Josué lo disfuté al menos durante sus primeros tres años. Partí al extranjero y extrañé a cada uno de los niños que llenaban la casa algunos fines de semana.
Mientras me encontraba en lejanas tierras, me sorprendiste de nuevo con otro bodoquito de amor-Diego- al que también quise desde la distancia. Con dos hombrecitos en casa las faenas se multiplicaban pero continuaste fabricando más círculos de amor y se sumaron dos princesas, Nicole y Daniela. Los años han pasado volando…los niños crecieron y heme aquí observando a cada uno de ellos, algunas veces desde lejos, tratando de interpretar sus sueños.
Al final de estas remembranzas vuelvo pensar en la pregunta que me hacía desde niña -¿de dónde viniste?- y me respondo: ‹‹viniste del mar, porque tienes su fuerza y al igual que él has luchado contra diferentes vientos para mantener a flote tu barca familiar; también tienes su sonora melodía y el vaivén de sus olas para continuar meciendo a tu círculo de amor››.
He de acompañarte siempre hermana mía, compartiendo sus éxitos, encauzando sus caminos y reparando desaciertos. Hoy abrazo los recuerdos, tu inocente picardía y los paseos bajo el sol de la esperanza que nos han mantenido unidas desde hace un poco más de cinco décadas.
FIN.