HOMERIDA1962

POEMAS DE SOLEDAD Y ESPERANZA

OTRO BESO

 

Hay un beso legendario.

Dicen que rompió el viejo hechizo

y  felices fueron al fin.

 

Hay un beso, después de la batalla:

Con sabor a hiel,

Más que a victoria.

 

Hay un beso tan importante:

El que el cielo regala a la sosegada tierra

Porque de ella emana la vida.

 

Hay un beso eterno:

El que recibe la luna

De la silenciosa nube.

 

Hay un beso furtivo

Que otorgan los enamorados

Para remozar la esperanza.

 

Hay un beso silencioso

Sin caricias

ni miradas.

 

Hay besos infinitos

De crueldad y de palabra…

 

Amada mía…

Son incomparables

Tus besos y los míos,

Más que  historia

En ellos hay vida eterna;

Más que esperanza

Porque con caricias y miradas,

Porque han pasado dos días apenas

Y ya son infinitos

Sin que hayan sido olvidados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

TE VAS.

 

Yo sé que te vas…

y que tus ligeros pasos,

sacuden sombras,

sombras que obnubilan mi fugaz alegría

de tenerte entre mi esperanza.

 

Y sé que te veré

después de hastiadas horas;

y que mis brazos se llenarán

con tu silueta  fragante, mágica rosa;

y mi pecho se acurrucará de alegría;

tan solo por un momento,

y como un chiquillo lloraré de tanta  dicha

porque el crepúsculo roció el hechizo

una vez más, pócima tarde.

 

Entonces, un manojo de porvenires

tonificará mi anhelo,

y con temblorosas manos,

¡Casi a puñados!

exploraré las coquetas formas

que desde siempre fueron  mías,

aún antes del primer beso,

de la confundida caricia,

de la radiante mirada.

 

 

 

 

 

 

 

 

TARDE DE BESOS

 

Amo el chasquido vespertino

de aquel beso oculto

que rompió la mansa monotonía

de la apacible tarde.

 

Amo también:

el trueno ardiente

del suspiro  reflejado

en sempiterno aroma de ámbar.

 

¡Cómo no amarte!

pócima tarde;

noche de grillos

y trasnochadas luciérnagas;

luna de besos

luna de suspiros,

regazo de pasiones,

embrujo de mi zagal conciencia,

oasis de mi alma.

 

¡Añoro y te recuerdo!

Aunque no sea suficiente

para amarte.

 

 

 

AMOR EN EL ALBA

 

 

Qué emoción causa cada mañana,

una cálida sonrisa,

una radiante mirada;

no hay fragancia más triste

ni amargura pasada.

 

Que emoción causa cada mañana,

oír la mustia melodía,

gusto amargo dulce,

no suspiran ya los pasos

no se guarda el tibio sol.

 

Que emoción causa cada mañana,

tomar el frágil pétalo

de la olorosa rosa,

no es marchita ya la tierra

ni oculto el corazón.

 

Que emoción causa cada mañana

enjugar con rojas fresas

el aliento y la pasión,

dicen todo y dudan mucho,

en el seno de una estrella,

en el canto de un gorrión,

en el lecho inefable

de la razón sin condición.

 

 

PORFÍA

 

 

¡Cómo no quererte ahora!

ninfa de mis livianos pasos taciturnos,

sendero de luz

horizonte de esperanza.

 

Quererte con locura,

con sensuales labios

y temblorosas caricias

que bañen tu cándida piel de ámbar.

 

Quererte con locura,

ahora que la tarde es tan fresca

como tus núbiles senos;

ahora que tu boca es manantial de rojas fresas,

ahora que la luna está desnuda,

ahora que mi amor es más puro

como el pétalo de la fragante azucena;

quererte con porfía,

aunque no sea suficiente el tiempo para amarte.

 

 

UN POETA EN EL PARAÍSO

 

¿Cómo se vería el poeta en el paraíso?

Interfecto, y su pluma ahogada en el olvido.

Veríase el lecho del arroyo sin gracia;

la luna sin rostro;

el sol sin sonrisa;

la brisa sin cabello;

el surco estéril;

no habría canción ni poesía…

El poeta surge del barro,

animado tan solo por un divino soplo,

con enigmas y desalientos;

atiborrado por la culpa de Caín;

alentado por el amor del Mesías;

calcinado por la paz del mundo;

descifrando utopías extraviadas

en la débil consciencia de los hombres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RUBOR

 

 

Cuando mis labios prorrumpen

un ¡te quiero!

tus mejillas se tiñen de fresa;

mas pienso y digo

¡tú también me amas!

el tinte de tu corazón

lo delata todo.

 

 

 

 

 

 

MUJER Y LUNA

 

Vino a visitarme,

sin séquito;

silenciosa, desesperada;

casi en horas de sospecha

sola…

Era de rostro lúcido y brillante,

muy hermosa, muy hermosa;

sin velo ni túnica;

¡Estaba desnuda!

¡Qué linda! ¡Qué hermosa!

Era una diva de radiante sonrisa

de  apagada palabra;

¡Desnuda! Como Dios la trajo al mundo.

descendía por el balcón a mi alcoba;

despejé  como un loco las persianas

y la hice mía, tan solo por un instante mía,

suficiente para desahogar  en su amparo

el escozor de mi débil pecho;

pues, sepa usted que no era una mujer

sino la placiente luna.