OTRO BESO
Hay un beso legendario.
Dicen que rompió el viejo hechizo
y felices fueron al fin.
Hay un beso, después de la batalla:
Con sabor a hiel,
Más que a victoria.
Hay un beso tan importante:
El que el cielo regala a la sosegada tierra
Porque de ella emana la vida.
Hay un beso eterno:
El que recibe la luna
De la silenciosa nube.
Hay un beso furtivo
Que otorgan los enamorados
Para remozar la esperanza.
Hay un beso silencioso
Sin caricias
ni miradas.
Hay besos infinitos
De crueldad y de palabra…
Amada mía…
Son incomparables
Tus besos y los míos,
Más que historia
En ellos hay vida eterna;
Más que esperanza
Porque con caricias y miradas,
Porque han pasado dos días apenas
Y ya son infinitos
Sin que hayan sido olvidados.
TE VAS.
Yo sé que te vas…
y que tus ligeros pasos,
sacuden sombras,
sombras que obnubilan mi fugaz alegría
de tenerte entre mi esperanza.
Y sé que te veré
después de hastiadas horas;
y que mis brazos se llenarán
con tu silueta fragante, mágica rosa;
y mi pecho se acurrucará de alegría;
tan solo por un momento,
y como un chiquillo lloraré de tanta dicha
porque el crepúsculo roció el hechizo
una vez más, pócima tarde.
Entonces, un manojo de porvenires
tonificará mi anhelo,
y con temblorosas manos,
¡Casi a puñados!
exploraré las coquetas formas
que desde siempre fueron mías,
aún antes del primer beso,
de la confundida caricia,
de la radiante mirada.
TARDE DE BESOS
Amo el chasquido vespertino
de aquel beso oculto
que rompió la mansa monotonía
de la apacible tarde.
Amo también:
el trueno ardiente
del suspiro reflejado
en sempiterno aroma de ámbar.
¡Cómo no amarte!
pócima tarde;
noche de grillos
y trasnochadas luciérnagas;
luna de besos
luna de suspiros,
regazo de pasiones,
embrujo de mi zagal conciencia,
oasis de mi alma.
¡Añoro y te recuerdo!
Aunque no sea suficiente
para amarte.
AMOR EN EL ALBA
Qué emoción causa cada mañana,
una cálida sonrisa,
una radiante mirada;
no hay fragancia más triste
ni amargura pasada.
Que emoción causa cada mañana,
oír la mustia melodía,
gusto amargo dulce,
no suspiran ya los pasos
no se guarda el tibio sol.
Que emoción causa cada mañana,
tomar el frágil pétalo
de la olorosa rosa,
no es marchita ya la tierra
ni oculto el corazón.
Que emoción causa cada mañana
enjugar con rojas fresas
el aliento y la pasión,
dicen todo y dudan mucho,
en el seno de una estrella,
en el canto de un gorrión,
en el lecho inefable
de la razón sin condición.
PORFÍA
¡Cómo no quererte ahora!
ninfa de mis livianos pasos taciturnos,
sendero de luz
horizonte de esperanza.
Quererte con locura,
con sensuales labios
y temblorosas caricias
que bañen tu cándida piel de ámbar.
Quererte con locura,
ahora que la tarde es tan fresca
como tus núbiles senos;
ahora que tu boca es manantial de rojas fresas,
ahora que la luna está desnuda,
ahora que mi amor es más puro
como el pétalo de la fragante azucena;
quererte con porfía,
aunque no sea suficiente el tiempo para amarte.
UN POETA EN EL PARAÍSO
¿Cómo se vería el poeta en el paraíso?
Interfecto, y su pluma ahogada en el olvido.
Veríase el lecho del arroyo sin gracia;
la luna sin rostro;
el sol sin sonrisa;
la brisa sin cabello;
el surco estéril;
no habría canción ni poesía…
El poeta surge del barro,
animado tan solo por un divino soplo,
con enigmas y desalientos;
atiborrado por la culpa de Caín;
alentado por el amor del Mesías;
calcinado por la paz del mundo;
descifrando utopías extraviadas
en la débil consciencia de los hombres.
RUBOR
Cuando mis labios prorrumpen
un ¡te quiero!
tus mejillas se tiñen de fresa;
mas pienso y digo
¡tú también me amas!
el tinte de tu corazón
lo delata todo.
MUJER Y LUNA
Vino a visitarme,
sin séquito;
silenciosa, desesperada;
casi en horas de sospecha
sola…
Era de rostro lúcido y brillante,
muy hermosa, muy hermosa;
sin velo ni túnica;
¡Estaba desnuda!
¡Qué linda! ¡Qué hermosa!
Era una diva de radiante sonrisa
de apagada palabra;
¡Desnuda! Como Dios la trajo al mundo.
descendía por el balcón a mi alcoba;
despejé como un loco las persianas
y la hice mía, tan solo por un instante mía,
suficiente para desahogar en su amparo
el escozor de mi débil pecho;
pues, sepa usted que no era una mujer
sino la placiente luna.