Sus ojos son un par de hojas
que el rocío y el sol bañaron,
y deslumbran y enamoran
lo que encuentran a su paso.
Sus labios son una fuente
del elixir más sagrado,
que vuelve santo al impuro
y hace pecador al santo.
Su sonrisa es un reflejo
del astro rey del verano,
y a todo aquel que la ha visto
un suspiro le ha arrancado.
Su mirada es seductora
y a la vez es elegante;
no hay ser sobre este universo
que se resista a mirarle.
Sus manos son delicadas
y finas como la seda;
su color de tez es raro,
como nieve en primavera.
Su figura es una mezcla
de pureza y perfección.
Su semblante es una prueba
de la existencia de Dios.