A los que comprenden...
El aire que respiraba, es ahora humo,
el césped donde reposaba, es ahora un plano desértico.
La sonrisa que irradiaba, es ahora veneno,
y mis palabras, bueno, son hipnóticas e impredecibles.
La última hoja de otoño acarició mi rostro,
el invierno se aproxima...
Otro gélido espacio, para mi desenfrenada ansiedad.
En los días solo persiste el raquítico y endeble ente,
que por las noches se transforma en un acérrimo guerrero.
¡Oh! Yavé bendiga las madrugadas. Donde el insomnio me canaliza,
al suplicio del laberinto que tanto me atemoriza.
Un recuerdo, una soledad y la llave de plata, que,
ha perdido el cerrojo que abre la felicidad.
Estéril, quiescente, inerte... Doblegado en el refugio endeble de las sábanas del báratro. Una hermosa tautología que solo puedo percibir;
sin saber sí vivo para soñar o sueño para vivir.
Aturdido por el grito del silencio, por mis pecados. ¿Es posible que merezca ésta sevicia? Tal vez... La reminiscencia se erige, y mi frente con ella.
Acompañado estando solo, siempre convenciéndome a mí mismo a luchar,
y evitar la pereza.
Días y días, monótonos días. Donde la muerte y la vida juegan a los dados como premio mi alma. ¿Qué será de aquellos inicuos que pretenden mi desgracia? Que se ahoguen en sus pensamientos.
La prosperidad me ha llenado de recompensas, incluso suntuosas e inconmensurables; amistades, pasiones y oportunidades. Esto es el sueño del ansioso, controlar sus demonios y alcanzar la luz del empíreo.
BLACK LYON