Como clavos invisibles, en la punta de mis alas,
descubro tu presencia.
Y con hambre de historia, jamás contada,
asumo llorando tu respuesta.
Tu hechizo me mata.
He detenido el tiempo a la salida del túnel
porque adivino tu espera.
Y mientras, soplen cenizas que borren
viejas armaduras y moldes de cera.
Esta es mi esperanza.
Hay ingravidez en mi mano, pintando plegarias,
que elevan el báculo y sostén de mis dudas.
Y vivo el misterio del ave solitaria,
que caza reflejos de cruz en la luna.
Mi enigmática maga.
Soy el poeta que plagia tu rima serena,
acariciando tu voz, tu vida y tus sueños.
Soy como un niño, dejado en la puerta,
que eleva sus manos, mendigando un dueño.
Mi conocida extraña,
dale vida a mi alma.