Hay tanta displicencia por doquier,
que si en medio de mi desvarío
me diera por gritar,
nadie me escucharía, o,
se harían los que no oyen
porque les da lo mismo, y yo
me digo que eso somos tan sólo
un eco, un intangible caso perdido.
Con desorbitados ojos al verlos
les diré que estoy loco de atar,
pero nadie dirá nada, ora porque
no les interesa,ora porque
una vez lo hicieron y ya estén atados
o en el peor de los casos
estos sí esten tan locos que un grito
más no cambiará nada.
Pero de algo estoy seguro,
es que las voces de los pobres
no tiene eco, hasta que se juntan
las agonías y en un sólo
golpe de rebeldía
derrumbamos la arrogancia.