LA MARÍA
La María remoja sus castos pies
meciéndose en la profunda acequia
donde lava calamidades
y blanquea sus ilusiones;
esperanzadores manojos aprieta
sin saber que se le escapan
de vez en cuando que les agarra;
al vaivén de sus rústicas caderas,
el fértil pecho responde,
sin saber que es para siempre
las angustias sin perdones;
una cascada de sufrimientos
resbala por la marchitada frente
recordando que es de estirpe
soledades y abandonos.
La María…
sube por el chaquiñán ardiente,
culebrero como sus pasos,
infinito como sus penas…
una emoción suspira de cansancio:
¡Señor! ¡Señor! ¡Hasta cuándo!
¿hasta cuándo,
resecas el barro que en la campiña
se ha de hacer polvo?