te posaste en mi pecho, suave como una golondrina de niebla volando en el hidrógeno de mi aliento
como alga que agoniza sobre el peso oceánico yo sentía tu mano marina palpitante como una ola oscura
minúscula y cósmica mi caricia de cólera amenazaba la delicada superficie donde cada atomo fecundaba un murcielago de armadura penetrante de chaleco negro.
tu fluido negro desciende como tesoro terrestre colmando con aceite subteraneo una noche de materia en un cielo de piedra
torcida y circulatoria tus formas parecen molinos de amapolas que inclinan el viento sinuoso
purpura nocturna, un atardecer desenterro el sol dentro tu cuerpo balanceando mi dormir entre tu sueno a tutelar la misma copiosa dignidad negra de la noche