Ojos, no la miren, que al mirarla
se despierta mi ilusión más escondida,
y renace entre cenizas y entre versos
mi pasión entre miradas confundida.
Ojos, no la miren, que al mirarla
mis labios enloquecen y se excitan
al ver sus dulces labios color grana
que a entregarles un beso me invitan.
Ojos, no la miren, que al mirarla
sus verdes y radiantes esmeraldas
destellan con fulgores semejantes
a los de un sol cubierto de guirnaldas.
Ojos, no la miren, que al mirarla
su pelo de castañas matizado
se vuelve laberinto sin salida
donde mi corazón está atrapado.
Ojos, no la miren, que al mirarla
no sé si pueda ya dejar de verla,
pues ella es hoy la luz de mi sendero
y yo vivo sólo para quererla.
Ojos, no la miren, que al mirarla
veré lo lejos que está de mi vida;
prefiero mantener mis sentimientos
guardados en mi alma confundida.
Ojos, no la miren, que al mirarla,
al ver sus bellos ojos de esmeralda,
ya no podré jamás dejar de amarla . . .