Quien tubo la idea brillante
de poner el mundo en movimiento
dió un paso tan gigante
que no hay mejor invento.
Desde el mismo instante
que fué palpable su nacimiento
pereció el fatigoso ignorante
y a la par llegó el entendimiento.
Manaron ceadores naturos
que arrasaron con los muros
de los que nada queda.
Esos muros de ignorancia
vino a llenarnos de arrogancia
desde que apareció la rueda.