NADA PUEDE FRENARNOS AMOR
Nada puede frenarnos amor.
Ni las fieras con sus garras de cristales,
Ni el mínimo fuego de los metales,
Ni un cruce de montañas con vendavales.
Porque tu y yo heredamos de la tierra su sangre
Y en las quebradas las piedras coloridas de la tarde.
Ni el pavor de la noche con su temblor,
Ni la presencia del sol con dagas ardientes
porque nos revestimos de trama forjada.
Al rocío de una primavera despeñada
nos laceramos venas con espadas de tregua
y fraternidades de cascadas
con hilos de telares enlanados.
Del tiempo de los ancestros venimos
cultivando nuestros ojos
y de su espalda doblada en los huertos
socavados de la pala
hasta el hoy del arado, recogemos manojos
de cebada que reinan su producto en la copa
bebimos icor de coctel cuando
comprimimos racimos de uvas en las palmas.
Somos la conjugación del verbo amar
que expulsan todas las ventanas abiertas de la cocina,
donde no anda la presencia de la plata fría
por los ardientes sartenes
donde freímos la harina.
Mientras en la plenitud de una distracción
nos deleitamos entre besos de algodón y
en mitad de las manos un jazmín de ambrosía.
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VERSOS A LA MANZANA
Tu silueta es envidia de venus.
Tu piel de tersura y lustre
pellizca el saboreo del ansia y
el apetito por llevarte a mi boca.
Con sonido crujiente, tu vitraux de colores
resalta tus frondosos pómulos,
En la paleta acuarela, del verde índigo al rojo carmesí.
Exhalas suspiros en fragancias de odres.
Aun inmóvil eres revoltosa.
Con asa erecta a compartir manos y
un fecundo vientre de ovales semillas.
Heredera de natura te consagro.
Carne de brillo firme y genuino.
No resisto la tentación a tu roce.
Ni la caricia al terciopelo que te viste.
Mas perdería al instante la maravilla de contemplarte.
Redonda y aplanada,
emulas al mundo con sus polos.
En tu actitud de entrega, sudan tus poros
savias de jugo y frescos aromas.
En el estanque de los frutos:
Tú eres reina.
Reina corazón de Pomona.
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VUELVO SOBRE TU PASO
Vuelvo sobre tu paso
al perder el camino mi huella,
no hallé un alma tan bella
ni dos manos en círculo de abrazo.
Me alejé de las mínimas distancias
compartidas, del beso enamorado
que era nuestro hábito embelesado.
Quizás por mi discurso obsesivo
o la terquedad que he adquirido
de la cual no me río ni me jacto.
Hoy reviso mis erróneos pasos
tal vez a la conquista del perdón.
Mi alma no puede con tal deshonora,
mi corazón se desvinculó de tus brazos amantes
con ese arsenal de caricias que me prodigaste.
Siento la inutilidad de un viejo estante
que no tolera el peso de abandonarte.
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