Mi placer de recordarte siempre, madre.
Recordar todos los momentos
compartidos contigo.
¡Cuánto luchaste en tu vida
por nosotros, tus cinco hijos,
y por papá, tu primer y único amor!
Tu retrato, una fuerza más,
que a mi existir le da.
Siempre cuando tú vivías,
te decía que para mí,
todos los días del año era tu día.
Tú sonreías, y me dabas un beso.
Ese beso de madre... amante eterna
por su amor a sus retoños...
Madre...si vivieras...
pero Dios te llamó para que lo acompañes
en el Reino de su Cielo.
Estás junto a Él...
y muchas veces, ante mis penurias,
mis desesperanzas...
pienso que has de estar muy feliz
donde estás...al menos,
dejaste de sufrir...
Cuando falleciste,
la ciencia no estaba tan avanzada...
existían brillantes médicos...
también estaban los que no
pudieron tener la capacidad necesaria
para diagnosticar tu mal
a su debido tiempo...
y partiste hacia el viaje definitivo...
Observo tu retrato,
pero ya hace mucho tiempo
he dejado de llorarte.
Ahora sólo siento alegría al observarte,
recordándote a ti, madre,
que me diste la vida...
Para vivirla, para gozarla, para retenerla...
aunque muchas veces he tenido que
derramar lágrimas de tristeza y frustración...
Te observo, madre,
y siento en mi alma,
una profunda emoción...
Derechos reservados del autor /Hugo Emilio Ocanto - 20/10/2013)