Malamente nací poeta,
Y me duele la vida,
Quien escupe versos
Y mujeres de cera,
Las tomo sin prisa,
Pago la cuenta.
Mujeres de bellos ojos,
Arquitectas de poesías,
De lastres lesivos
Que caen por las bordas
De nuestras almas,
De nuestros despojos.
¿Quién les dio derecho?
¿Acaso hay un decreto,
Alguna firma que me robaron,
Estando ebrio, en sueños?
Son el problema perfecto,
Sin resolución, sin morfina.
Malamente nací soñador,
Penas ha traído,
El sentimiento caído,
El beso acogedor,
La brisa sin calor,
La visión de lo vivido.
Todo hiere cual cruel cuchillo,
Filosa daga sobre espinazo,
Mujer, maldita luz y estribillo,
Flagelando mis suspiros.
Formando lo que he sido,
Con las uñas y labios
Al rojo vivo,
Como garras de fuegos,
Brazas que queman mi barca,
Y siento la ira, el miedo,
Sonrió de nuevo,
Bebo más, fumo un cigarrillo.
Mujeres de delirio,
Son mi pena, mi castigo,
Con su alma de lirio,
Son mi cruz, mi vértigo;
No podría dejarles,
Soy poeta, no amante,
Soy el culpable
De todo mi arte,
Y mi fragante
Muerte
Entre bragas y pieles,
Entre miradas,
Y amores de mimbre;
Así de simple,
Nací sensible
Al dolor y sus placeres.
¿Acaso hay dolores
Comparables,
A los de las mujeres?
No hay arma más noble,
Que mate con pasiones,
Más que las féminas
Y sus malditos amores.
Maldigo el día que nací poeta,
Pues castiga el sentimiento,
Cada paso dado, cada conquista.
Senda de seda y escarmiento.
Bolígrafo en mano, alma muerta,
Bragas y “te amos” de cemento,
Llanto, alcohol y poesías, de esas,
Con mala pinta.