Esta noche a la luna no la veo,
descansa acunada entre las ramas,
de los árboles serenos,
Son tan hermosos, resisten a todo.
Esta noche en ellos pienso
y a su comprensión me entrego,
muy cerca de mí los tengo
y en seguridad me siento.
Qué haría tan sola yo,
sin sentir por la noche,
su silencio y su frescor,
quién mi ansiedad curaría
en la noche oscura de mi alma,
sin su armonía y su calma.
Los árboles son mi familia,
mis seres más queridos
y mis mejores amigos.
Cuando los miro me hablan
y me mecen en sus ramas,
los abrazo y me abrazan
en su profunda espesura,
sé que no estoy abandonada,
me hacen compañía,
la vida me salvan,
con su ejemplo me enseñan
la paciencia, la fe y la esperanza.
No tengo miedo
de lo que pueda pasar,
su paz y su calma
siempre me darán,
su energía y su fuerza
me transmitirán,
su dulce verdor me consolará.
Si les cuento mis problemas,
siempre obtengo una respuesta,
de Dios me siento más cerca,
cuando estoy en su presencia.
A Dios no lo veo pero a ellos sí,
delante de mis ojos,
siempre junto a mí.
Los árboles siguen viviendo,
en la eternidad del tiempo,
enraizados en la Tierra,
viven entregados al Cielo.
A Dios siempre le suplico,
que quiero ser como ellos,
si me tengo que morir,
que me entierren junto a ellos,
para seguir en la Tierra
y en la inmensidad del Cielo.