Aquella niña inocente de épocas lejanas
queriendo vivir un mundo de alegrías,
en aquel tiempo un gran amigo tenía
que la acompañaba y todo lo compartían.
Detrás de esa alegría y de cada sonrisa
se escondía un gran dolor que la oprimía,
días y noches acompañados de soledad
aunque muchos la rodeaba ella triste se sentía.
Un día diferente, volviendo del cole
recibió la noticia de la llegada de una visita
sus ojos llenos de lágrimas recorrieron su rostro
al encontrarse con dos luceros que la veía.
Una conexión surgió y los ángeles del cielo
cantaron todo el día llenos de alegría,
su corazón danzaba de felicidad
y la soledad que tanto sentía se marchó ese día.
Corrió feliz a su amigo para contarle
lo llamó con gritos de emoción,
pero al ver que no respondía …
Una lágrima confusa se asomaba por su mejilla.
¿Dónde está? – con voz ahogada en dolor decía,
pero ni el viento, las aves o las flores respondían.
Bajando la mirada en el suelo encontró un rastro
era una de las bellas plumas de su gran amigo.
Te marchas sin despedirte- dijo en gritos,
No me marcho- respondió a su lado
ya no se sentiría sola, un hermanito tenía ahora,
“Mira al cielo cada vez que deje de llover
y verás un bello arcoíris que te regalaré
recuerda que siempre a tu lado estaré
para que cuando me necesites a ti volveré”.
Con estas palabras su amigo se marcha,
feliz de que su amiga ya sola no se sentía.
Al verlo partir comprendió
que jamás entre ellos habrá un “adiós”.