Bernardo Bosquez Minjares
La historia de un amane solitario
Tanto tiempo había permanecido alejado yo de ella, y sin conocer de su existencia había sabido vivir hasta ahora, pero la vida que tan cruel era me la presento a mis diecisiete y mi alma se enamoro para siempre de ella, cuan jóvenes éramos los dos, pero en mi el amor ya se estaba gestando.
Luego de un par de años mi corazón ya era de ella y para con ella, pero cuidado que la vida no persigue los mismos sueños que el corazón y tan pronto se abalanza por un camino el corazón toma otro y el amor se disperso, se disperso por cientos y miles, y cuan tarde fue para mi corazón decidir a tiempo, pues el tiempo ya había caminado y me había dejado atrás, y atravesando las montañas mas allá de donde el sol se oculta, converse con la madre luna recostado sobre la cuna que se forma sobre su seno, y cuan triste se escucho mi lamento en el cielo que los moradores de tierras altas y bajas adoloridos por lo triste del lamento se dejaron caer sobre sus rodillas y acompañándome en dolor a distancia fue la noche mas triste para todos.
Diez, y ocho años mas tenia ya cuando comenzó a escribir, por que el amor lo había dejado, por que la luna ya no platicaba mas con el, en ese momento, cuan inerte se volvieron las cosas; ni el viento ni la tierra, ni el agua ni el fuego, hablaban de mas nada.
Solo en sus recuerdos perduro el sueño eterno que lo envolvió a sus diecinueve y enamorado aun, seguía detrás de su soñada y amada.
Los caminos de la vida, que tan cruel era, los había separado, en dos distintos y tan diferentes en su estructura, pero él, que la amaba a la distancia nunca desistió de su búsqueda y cuanto mas pasaban los días mas perdido se sentía sin ella, por que la luz no le permitía verla directamente a los ojos y es por que ella en su hermosa complejidad, y en su fascinante creación había sido la mujer mas perfecta hasta ahora, y deslumbraba tanto, que brillaba mas que el sol, y el sol enardecido en cólera, decidió alejar al muchacho aun mas, cegándolo con sus rayos que envidioso, lanzaba a los enamorados, y así el amor se divago en mis palabras y perdió el contexto y todo sentido de mi palabra se alejo aun mas y mas, pero seguía buscándola, ahora vagaba ciego por la impía tierra que me vio nacer, de donde la vida tomo un puñado de aliento y comencé a andar, de donde el destino me marco y comencé a vivir.
Por que cuanto mas me alejaba por el horizonte, mas me acercaba al otro lado para poder abrazarla por la espalda, tomadla por la cintura y acercarla a mí, y sentir así de nuevo su aroma en mi pecho, y abrazarla como si fuera;
la primera vez.
Entonces la vida nos estaba sentenciando a vivir tan lejos uno del otro por que los que en el cielo moraban de día y de noche eran tan envidiosos de que nuestro amor pudiera ser, y el de ellos no. Y la luna que antes había sido tan buena consejera, ahora alejaba a mi amada mintiéndole de mi ubicación, y el sol, que tan buen amigo había sido, regalándome inspiradores momentos, me daba falsos destellos de donde mi amada se encontraba, y la luna y el sol fueron descubiertos por la ley de la vida y castigados, castigados por el inmenso daño que habían causado a dos enamorados, y el sol fue exiliado, y mandado al inmenso espacio solo con su soledad, y destinado a estar separado de su amada, la luna.
Y la luna, que sola moraba por las noches anhelando el amanecer para ver a su amado, permaneció sola por que no supo comprender el amor de dos jóvenes. Y cuando por fin a mis casi veinte la encontré, mi corazón estaba tan cansado, y observe, como desde la cima de la colina aun aguardaba a la luna, para que le diera noticias de donde me encontraba, pero la luna, resentida le daba la espalda, y ella envuelta en lagrimas se quedaba aguardando un indicio. Entonces subí a la cima, y cuando la tome se desvaneció, se desvaneció como un sueño se desvaneció en mis brazos, casi muriendo por que el amor la había acabado, y fulminante se entrego al dolor tanto que este acabo para siempre con su corazón. Y el mío, que tan triste había quedado ahora sobre la cima de la colina, desgarrado lloro estos versos que ahora lees, y no fue sino con la intención de que el mundo conociera mi triste historia, y para que entiendas como el amor, que tan malo se volvió, me separo de la mujer, que mas pude haber amado.