CUANDO LOS LABIOS RECUERDAN
Ramas y árboles se agitan
en la intemperie de la ventana,
como una marea tempestuosa
que arremolina voces que gritan.
Como todos los vientos
que vienen a golpear los cristales,
sus pómulos tienen el color del ropaje
con que se viste tu sangre.
Hay pájaros temblantes sobre tu vientre y
por todo el cuerpo calor de fogosas corolas
que mis palmas sienten.
Por mi boca hablan las aves con melódico trino
Cuando a tu país de pechos lo voy cercando y
mientras los gallos del alba arman su canto
voy libando tu dieta de manzanos.
En tanto el cuerpo estalla por dentro
y el continente de mis márgenes
intenta suspirar por tu boca,
mas los labios alpinistas se anclan
en el pico de los montes.
Este es su hombre pronuncia la gaviota
que emerge del crepúsculo.
Es vano que te tape el horizonte
porque llevo tus ojos en las páginas de mi memoria
y te voy amando desde las cúspides
hasta los aromas planetarios grabados en tus manos.
El amanecer le devuelve a tu rostro de agua serena
una vela con frescor de almendras.
Yo te voy nombrando reina al imperio del alabastro y
te honro en la noche cuando los labios recuerdan.
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ROSTROS
El hombre repite su rito de antaño y
evoca una confluencia de nombres ajenos.
Su alma dibuja un control desvariado,
en el espejismo del rio enumera los años.
El plano vidrio lastima sus espejos
y se tiñe una nube con dedos en su entrecejo.
Va dejando su nombre y sus sueños al lavabo y
el agua le devuelve miles de rostros que ha olvidado.
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EN ECO ME NOMBRAS
Eres el umbral de mi descanso
La morada eterna de mi reposo
Una hoja de palmera dátil en medio de la avenida y el caos.
Un semáforo descontrolado y teñido.
porque vuelvo de la comarca de tu abrazo
Con mi sombra vestida de blanco.
La oscuridad desliza suave el piso del olvido,
con los patines argentos
del basural encendido de los recuerdos calcinados.
Regreso sin fatigas de ti y
las agonías sanadas en tu regazo de corteza y
tu brazo de algodón es mi cuna de arrope.
Embellecido regresa mi cutis
con la miel de estío que derramas,
la feronoma rociando gotas en mi axila viril,
con brillo tan atractivo que los silbidos me rodean en la calle.
De mi linfa sangre al continente de tu turgencia,
una amnesia de goce, y
los terrores hundidos del camino transitado.
Sepultada mi penumbra ante tu risa de desvelo, y
en el trecho hallo siempre
tu rostro con mis rasgos grises derrotados
Como el hongo infecto abatido en la cremosa luz del sol
abrazado al roto espejo de los ocasos,
donde brazo y reflejo
caen al precipicio de los olvidos sin memoria
De la penumbra solitaria regresé,
compañera y amante mujer
Con un mínimo átomo de tu brisa oxigenada
Inflado mi pecho como vientre de bandoneón.
Como si tu soplo de aire viniese de un campo eólico y
aspas nuevas enmarañadas en copula,
entre una ventisca gigante y un maremoto vengativo, y
la Dama de los ojos ciegos y ecuánimes llevase tu nombre.
De mis labios partidos en grieta ya no recuerdo ni el cacao
Entonces me bastan
los cándidos silencios y tu voz de palabra callada
Es suficiente para mi “sujeto” de andar transitado y
como enviciado carrousell
retorno a tus labios de afecto creciente.
Con mi antigua epidermis de corteza ya quemada,
mi nueva piel con tu boca de esquela estampada y
tus tibios labios que no dejan de nombrarme en eco.