Ese era su nombre.
Y le dije que no lo recordaba.
Pero a mí mismo me mentía.
Imposible olvidar la suavidad de sus palabras
leidas por mí como si vino añejo se tratara.
Imposible olvidar la ternura de su corazón
palpitando en mi pantalla.
Imposible olvidar la angustia de la despedida
y la búsqueda infructuosa por hallarla de nuevo.
Fue una estrella fugaz surcando mi solitaria noche.
Un laberinto tranquilo y acogedor
en el que me gustaba perderme.
Hoy he mirado al cielo
con el telescopio del sentimiento,
y cuanta no ha sido mi sorpresa
cuando he vuelto a encontrarla.
Brillando con total sencillez.
No pueden evitarlo los seres
que por un instante
nos ciegan con su bondad.
Isabel.
Ese era su nombre.