Josue sz

La creación

Hace millones de años platicaba con Dios,

él sentado en su trono de algodón

chapoteaba sus pies en el Tigris y el Guijón;

yo a su lado sentado en su hombro

cavilaba sobre mi tarea de calificador,

él con sus dedos plasmaba a la mariposa su color

yo aprendía de la uva y la naranja su sabor.

 

Padre -comente con un tono melancólico-

hoy tuve una ilusión y te la quiero contar:

caminaba por la orilla del Éufrates

y pare en el anchuroso mar,

a lo lejos estos ojos que me diste comenzaron a divisar

una figura de un ser extraño que no he conocido,

que no he puesto nombre y no he entendido,

¿Por qué su aparición me tiene aturdido?

Le grite con esmero y me intente acercar,

exclamaba ¡Ser extraño, ser extraño, ven acá!,

corría presuroso y al momento de llegar

se esfumo ya no lo vi mas.

 

Oye Padre, no me contaste de ese ser extraño,

dime ¿qué es?, ¿qué hace?,

¿por qué se parece en gran manera a mí?

Tú me contestaste tiernamente con mil soles en los ojos

y dijiste así:

hijo mío, yo a ese ser extraño no lo he creado todavía,

me parece curioso que en tu ser este, que ironía,

si apenas yo la concebía,

te diré, ella será tu perfecta compañía,

en tu piel y corazón habitara en tus noches y en tus días,

tú no vivirás sin ella, ella no vivirá sin ti;

y con voz de trueno y miel proseguiste así:

 

¿Ya viste el cielo, lo observaste,

gravaste sus colores y vientos?

En los ojos de ella tu veras también el cielo,

hijo, no la hagas llorar, bueno, en realidad

que nunca llore de tristeza, de soledad, de dolor,

que puede ser como una tormenta

como un huracán destructor y desolador,

hazla llorar de alegría, de gozo, de sueños, de fantasías,

que puede ser como el rocío dulce y suave de la mañana

que enjuague las fibras de tu alma;

que llore sobre tu pecho, sobre tus hombros y tu cuello

pero llena de júbilo, de amor… acaricia su cabello.

 

¿Oteaste el mar, verdad? Me lo acabas de contar,

pues en su vientre lo encontraras eterno y misterioso,

hijo, no se enojen, no se irriten ni se dañen,

yo sé que no lo podrán por siempre evitar

pero hay que aceptar y arreglar lo que anda mal.

Su vientre es como el mar que enfurecido perjudica,

mantenla apacible y será para el mundo vida,

que en sus olas naveguen tus días

y de su vientre sentirás pataditas.

 

No te he dado todavía las montañas

más en ella algo parecido encontraras,

dos adornos hermosos, suaves y majestuosos,

hijo, serán manantial para su descendencia,

de ellos crecerá el fruto de la obediencia,

la perpetua bendición excelsa;

hijo, laven sus cuerpos en la inocencia,

los llenare de pasión discreta, apego y lindezas.

 

Como en el universo el sol, la luna y las estrellas,

la colmare de gracia, opulencia e inteligencia,

vestida de secretos, pero eso te lo dejo a ti, descúbranlo,

todos los días hallaran sorpresas, aprécienlo.

 

Entonces yo alegre y extasiado exclame:

Padre eso fue lo que ostentaba mi visión

y el entusiasmo en mi corazón insiste,

gracias, te agradezco ¡o que emoción!

 

Tú me contestaste con voz de relámpago que me arrullaba,

ahora ve a dormir mi amado hijo,

descansa en el centro del paraíso,

en el pasto verde y fino,

junto al león y el venadito,

que hoy tu sueño será largo, apacible, grato.

Me tomaste entre tus manos, yo ya dormía,

me colocaste con paciencia y cariño.

 

Mi siesta fue extensa, pero pacifica, serena;

me despertó un ligero aroma

de una flor que no conocía (la más hermosa)

y sentí que la textura más suave y delicada

se mezclaba en mi cuerpo,

el viento mecía unos ligeros cabellos, ondulantes y frescos,

sentía entre mis brazos un mar cálido

y en mi torso tus pechos,

abrí los ojos poco a poco después de ese cándido sueño

y pude observar el universo.

 

Allí estaba el mar, las montañas, el cielo,

si, el mundo entero, mi mundo encapsulado en tu cuerpo,

abriste los ojos y nos miramos sin receso…

Dios nuestro Padre nos observaba contento,

Dios vio que lo que hizo era bueno,

tú y yo en este mundo nuevo.

 

Abriste tu boca…

tus labios y tu lengua mencionaron mi nombre

yo entusiasmado por tu primer canto mencione el tuyo

y después nos hicimos callar con un beso,

sin saber lo que hacíamos sacudimos la creación inmensa.

 

Ese día desperté yo, el día en que naciste tú.