Este oscuro día
no distingue
la mañana de la tarde.
ni los sombríos minutos
que perdimos llamándonos culpables.
Inútiles palabras que
murmuramos sin ritmo
masticadas en las fauces.
Lenguas vivas nos ahogaron
sórdidas en el cauce de algún rio.
Este oscuro día
trajo manos de lejanía,
muerte atemporal que revivió escombros
de árboles que dormían
en las pestañas de nuestro asombro.
Pestañas de ambrosía en
una comarca de tesoros
donde la luz peregrina
iluminaba los ardientes ojos.
Más nos perdimos en duros adjetivos,
en verbos del pasado,
en dispararnos donde hace daño
una balacera de lastimo fónico.
Íbamos bajo la sombra como fugitivos
secuestrando flores al camino
Entrando a viejas cuevas aislantes,
separados en dos islas exiliadas.
Cada uno en su refugio planeaba
la batalla cotidiana con odioso albedrío
La puerta era salida
al borde del peñasco
en la frecuencia de un diálogo
con palabras de cadalso.
Las rosas encendidas
nos vieron desintegrarnos
en hojarasca de cenizas,
de tanto apurar la prisa
en la velocidad que nos amamos.
Abandonamos la porción de las manos
en las minucias de antiguos paños.
Simbolizamos sueños nupciales
en una larga hilera de diarias caretas,
Disputábamos la conquista de la palabra
dejando un hueco de vacios besos,
ignorando un futuro anticipado
que nos sentó en sillas de clavos.
Fuimos muñecos de vendavales
que postergamos caricias amantes
con la intención de sentenciar al culpable.
Pero la longitud de este oscuro día
trae de su mano una primicia...
Destruyamos ese amor anacoreta
con el sentimiento mutuo que nos habita.
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