Cuando por fin la noche deje de ser sorda,
habrá pasado mucho tiempo desde entonces,
contestara a mis sueños la inquietud ingenua
que pregunta por ti para conciliarse sin temor.
Confidente ella vendrá a mí ventana a platicar,
me llevara a tu sueño en una ola de nube,
y al beber de su cabello, confeccionara una diadema
de evolutivas estrella, que dejare a tu lado.
Sin embargo, no es muda la noche, ni ciega,
solamente ignora el sol que suele ser mi amor,
por estarte observando y no sabe que decir.
Su tacto impresionado regala sus caricias a tus ojos
lo sé y tengo celos, pero no culpo su arrullo inocente,
cuando ella me escuche, le pediré que te traiga a mis sueños.
Managua, Nicaragua.