Hablar de mi enfermedad es hablar de la locura
que al fin y al cabo no es más que padecer demasiada lucidez
demasiada conciencia respecto a esta falta de sentido
porque todo es insignificante.
Cuando acabe de escribir no volveré a escribir más.
Qué horror.
El sol me besa la cara
y yo todo lo que quiero es dormir por más de dieciocho mil siglos
sin que nadie me despierte
en una cabañita sucia
alejada a las afueras de este país que tanto amo y aborrezco.
Siento que algo me castiga
siento que algo me abraza
como un niño abraza a un animalito que está a punto de morirse
y veo en mí una cueva en la que chillan toda clase de pájaros cuando pienso
porque pensar ya es de locos
de gente que no para de lanzarse al abismo.
Yo no veo lo bello de la vida.
Todo el que diga que la vida es bella lo dice por arrogancia
por desplante
por figurada asunción
que no puede sino terminar en castigo:
la esperanza es un castigo.
Aquí os dejo mi odio:
psiquiatras
farsantes
jípster
sábelo todos
y especialmente tú
redentora y suntuosa
iglesia
de la que fui expulsado
por elegir el culo de otro hombre
en vez del hueco por el que me asomaron
como si no supieran de la pureza del sexo
de la importancia de ese orificio para el futuro del hombre.
Oh, castísimos varones,
el pene y la vagina son artilugios pretenciosos
el solo culo basta.
Odio
Rabia
Amargura
Desesperación
Dolor
Dolor
Dolor
Dolor.
Nada me satisface.
Cuando acabe de escribir no volveré a escribir más.
He de asomarme al espejo,
a los ojos del traidor que mora bajo esos ojos.
Estoy matando sin querer a todos los que quiero
no puedo evitarlo.
Lorazepam.
Mi desarrollo. Mi vida
en hojitas de papel a las afueras de un templo en llamas.
Cuando acabe de escribir no volveré a escribir más.