EN LAS M0NTAÑAS
Llegó, finalmente había logrado huir de su acreedor, sabiendo que este estaba dispuesto no solo a quitarle su dinero, sino su vida misma. Pasaron seis meses, el hombre tenía una pequeña covacha, había adecuado el lugar y aparentemente olvidado el asunto que lo llevo allí, pero la suerte no estuvo de su lado, tal parece que durante ese tiempo le habían seguido la pista de tal modo que lo tenían ya ubicado.
No sabe cuánto tiempo ha transcurrido,
y cuanto ha de esperar también ignora,
espera en las montañas escondido,
que pase pronto tan nefandä hora,
Confuso, entre alegre y entristecido,
recuerda a sus hijos y su señora,
espera y la esperanza ya ha perdido,
su suerte a cada instante empeora.
Una tarde después de cortar madera para la leña, llego a la casa, la montaña estaba callada, parecía que de esa forma le anunciaba al ermitaño su destino. Sentado, en el tronco de un árbol de samán estaba esperándolo nuestro amigo, quien al verle a lo lejos, lanzo un grito:
- ¡Ey hermano! ¡Qué gusto verte!, por acá has estado nañito, ¿cómo están las cosas aquí?,
-La vida esta dura en estas montañas (respondió), tú sabes lo lejos que esta el pueblo y para traer provisiones se hace pesado.
Entre adultos jugar al escondido
a veces es cuestión de vida o muerte
y en este caso la excepción no ha sido
que al hallarlo le cambie su suerte.
¡Cuántos pensamientos pasarían por la mente de Celedonio!
allí estaba el hombre del cual huía, platicando con él como si por alguna extraña razón, la deuda había sido puesta en el olvido, o como si el hombre estuviera dispuesto a darle otro plazo para pagar, ó simplemente era una mera coincidencia.
Platicaban de tal modo que no se podía intuir siquiera el desenlace, los dos reían recordando experiencias pasadas y sus trivialidades. pasaron las horas, y ya estaba oscureciendo, nubarrones cubrían la montaña y amenazaban con dejar caer sobre ella un chaparrón. entonces volvió a aparecer la tención, el rostro confuso, el cuerpo sudoroso, tembloroso al escuchar la pregunta:
-Bueno, pero, ¿tú sabes para que estoy aquí?.
-Si hermano, pero, no he tenido el dinero.
.-No, no, no, no te preocupes por el dinero, solo que, tú habías dicho que querías matarme, y ya ves, yo he venido para que me mates.
Se levantó de inmediato el hombre abriéndole sus brazos para que le matase, Celedonio seguía trémulo sentado en uno de los troncos de los árboles, y con una sonrisa fingida su voz temblorosa salió:
-Estás equivocado hermano, yo no te voy a matar, cómo crees eso.
- Ah, ¿entonces ya no quieres matarme? (Insistió mi amigo).
-No, cómo crees hermano. (Replico Celedonio).
-Pues, yo sí.
Saco el arma, (poco pudo hacer Celedonio para evadir las balas) y la descargo sobre la humidad de Celedonio y lo dejó allí en medio de la montaña.
Con gritos, suplicas y maldiciones,
se turba la quietud de la montaña,
y tras el eco de ocho percusiones,
en su propia sangre un cuerpo se baña.