Hombre que caminas silbante,
que recoges abrojos y migajas de pan;
hablas con las bestias y hierbas silvestres,
caminando sin miedo y sin girar atrás.
Te entregas a Morfeo en rincones inocuos
cuando la tiniebla se dispone a reinar;
alimenta tu cuerpo lo que cede la tierra,
y te abres caminos entre la oscuridad.
Eres alma libre de este pragmático mundo,
no te ciñes a las normas de la sociedad,
jamás llevas un breviario forzoso,
despiertas al alba tan sólo a caminar.
Aceptas dádivas de generosos hombres,
y percibo gratitud por los dones tomados;
recoges los despojos que vierte el pueblo
para intercambiarlos por algún bocado.
Nadie sabe lo que tu mente concibe,
por veredas y calzadas deambulas en soledad;
eres vagabundo con sus manos libres,
ensimismado en tu peculiar felicidad.
Alberto Morales Ureña
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