Damian Santarossa

Y no canto el cantor

 En un intento de amarla

se desvaneció como humo en la ventisca.

 

Altero mi sien y hoy,
en el tiempo y distancia, es una sombra de todo aquel.

 

Sembré un campo de amor por ella que vencido
sin remedio estoy obligado a podar.

 

¡Ja! la adoraba como no hice antes.

 

Sin embargo se enfrió la taza de café que la esperaba con la mañana.

 

Y mi clavel rojo de su amor, en agua se marchito.

 

Ese cardenal, inspirado para el canto,
se voló del alto de una rama.

 

Y bebí el café frio.
Y guarde aquel clavel marchito en un poema.
Y espere cantar al cardenal.

 

Más el trovador ya no estaba.
Ya se había ido. Ya se iba volando.

 

Vio el cielo y se quiso marchar.