Mis versos sin ti, lector,
sin ti, lector, no son nada,
son como el agua encharcada
que se queda triste y quieta,
igual que una limonada
a el que le falta el limón,
es como una religión
que no tiene ni un profeta,
o una cosita olvidada,
en el fondo de un cajón.
Precisan de interacción.
Necesitan que el poeta
los dote de resplandor,
los envuelva en sentimientos,
y mediante alguna pirueta
los lance a los cuatro vientos
y vaguen por el firmamento
entre nubes de algodón.
Y alguien como tu, señor,
los recoja en su mirada,
observe que hay mucho amor,
que hay dudas, presentimientos,
hay sonrisas y hay lamentos,
sueños e imaginación,
que son quejidos del alma
que nacen del corazón.
A ti, amigo lector,
hoy te dedico estos versos
por motivos muy diversos,
porque eres un soñador,
por creer en la utopía,
desbordada fantasía,
tu talante creador,
tu sentido del humor,
curioso como ninguno.
Yo escribo pensando en ti
y me arrodillo ahora aquí
y te declaro mi amor,
aunque sólo fueras uno.