Sin el brillo de sus ojos yo no vivo,
sin el candor de su sonrisa no respiro,
sin el canto de su amor yo no percibo
al sinsonte en su gorjeo matutino.
Sin ese sol que me ilumina día a día,
sin el calor de su abrazo en armonía,
doliente y profundo el vacío sería
que ni el oro ni las gemas llenaría.
Mas, ardiente la llama está encendida,
si el destino enmudecido no lastima
volaremos a los cielos de Afrodita
en entrega de dos almas bendecidas.