Para Elena todo fue tan rápido, la petición de su mano y la precipitada boda. No tuvo mucho tiempo para conocer a su pretendiente y mucho menos despedirse adecuadamente del amor de su adolescencia, quien se encontraba lejos del pueblo buscando trabajo para poder casarse con ella, según le había dicho antes de partir. Pero Elena pensaba que fueron sus hermanos quienes lo alejaron para poder realizar el contrato nupcial con Emilio.
Haciendo a un lado sus recuerdos que le oprimían el pecho cada vez que pensaba en ellos, decidió hacer un reconocimiento del lugar mientras una empleada molía el maíz para las tortillas del día. La casa tenía un amplio patio donde se mantenían muchas gallinas y polluelos deambulando por todos lados, además un pozo grande que suplía el agua para todas las necesidades de la hacienda.
También habían varios cuartos sin ventanas, en algunos de ellos se procesaba el queso especial que se mercadeaba en pueblos distantes como “Ojo de Agua” y “El Hato”. Los otros cuartos eran destinados para resguardar a los gallos de pelea, gran afición de Emilio que le mantenía fuera de la casona durante varios días cuando se dirigía a las ferias para apostar por sus preciadas aves, que casi siempre salían vencedoras.
Lo que más le había gustado a Elena del lugar era un horno de leña que se hallaba cerca de la cocina, allí podría preparar el delicioso pan de maíz que su mamá le había enseñado a elaborar, un arte que varias personas de “La Fortuna” apreciaron mucho con el correr de los años.
Cuando Elena salió a la calle se percató que solamente “su casa” se localizaba en el lugar, muy alejada de todo lo que se desarrollaba en el pueblo, alrededor se veían arbustos espinosos y muchos árboles de guayacán en flor, más allá se visualizaba un valle con árboles frutales y se percibía la brisa del río que corría más abajo. Todo ello produjo en Elena cierta melancolía, deseó que su familia estuviese cerca. Regresó al interior para regar su buganvilia y pensar que la vida a partir de entonces tenía que ser diferente y aceptar lo que viniese porque su destino ya tenía una nueva marca.
Continúa...