Doña Juana era una anciana
muy regañona y chismosa,
además supersticiosa,
mentirosa y palangana.
Cuando le daba la gana
gritaba como una loca
y a todo mundo provoca
hablando mil tonterías
y tantas majaderías
que salían de su boca.
Viernes santo exactamente,
la noche era muy pesada
porque el diablo caminaba
asustando a toda gente.
Decían que un penitente
pagando iba su condena,
se azotaba con cadena
hasta sangrarse la piel;
aterrorizando a aquel
en noches de luna llena.
Escucha un extraño ruido
que se acerca más y más
y dio dos pasos atrás,
se aceleran sus latidos,
se le nublan los sentidos
y postrándose veloz
reza unos versos a Dios:
“Padre nuestro, Padre nuestro”,
temblorosa olvida el resto
y se le apaga la voz.
En el preciso momento
se le aparece un pollino
que corriendo sin destino
iba veloz como el viento
y en la cola del jumento
un envase de hojalata,
él le daba con la pata,
para de encima sacarse.
Corre el burro sin cansarse
hasta perderse en la mata.
El susto por fin se aleja,
pero la rabia le inunda,
de contrita a furibunda
ya se transforma la vieja
y la boca que pedía
al Señor ayuda urgente,
es una saeta hiriente
cual cañón de artillería
van saliendo groserías
de esa boca maloliente .
Eugenio Sánchez Bacilio