Hubo un hombre que fué como los álamos.
Y cuya risa era como los pájaros de bronce de las campanadasque llaman a domingo.
Y sus pasos como anunciadores de mañanas de sol y de otoños tranquilos en las patricias calles.
y estaban, tutelares, Juan Francisco y Clara Elena.
Y Pilar.
Después, la vida.
Y mi alma temblando sin frio.
A usted le sienta bien.
A usted le sienta bien
su camisa de seda,
el casimir inglés del elegante traje
la corbata de seda de impecable nudo
en torno al cuello.
El armazón de plata de sus lentes,
la sonrisa en los labios y sus dientes.
Impecables, perfectos como todo lo suyo
Para su mayor rentabilidad.
A usted le sienta bien
su vasta biblioteca,
sus tratados de Historia,
el Exilio de Artigas y la Banda Oriental,
Oribe, Rivera y hasta el tirano Rosas
y la Modernización económica y social.
A usted le sienta bien
la dignidad de su incipiente barba
y la actitud displicente que le da
el adecuado marco de credibilidad
a su Legión de Honor, en Francia,
y La Orden de Isabel la Católica
en España y entre tantas
\"La desarticulación de la frontera demográfica
de la Banda Oriental\" y sus muchos,
muchísimos tratados de Historia.
A usted le sienta bien
ese cielo extranjero que lo alberga
con todo ese verde afortunado
y poder ver ¿ porqué no ? en Lima
A \"la flor de la canela
con jazmines en el pelo y rosas en la cara...\"
Y de primera mano.
Quién lo sabe. Tal vez hasta recuerde un día
aquellas arboledas amadas y umbrías
que se volvieron grises durante sus ausencias...
A usted le sientan bien, su excelencia,
las voces que lo llaman y no lo encuentran nunca.
¿ Habitarán gorriones entre sus nuevos árboles?
¿Escuchará campanas en sus lejanas albas?
¿ Serán blancas las sombras entre sus blancas lunas ?
Tal vez el gesto más frustrante sea
el recordar a veces unos ojos serenos
y una mirada clara
con esa inoportuna presencia del recuerdo.
A usted le sienta bien el olvidar.
El pasado es solo un laberinto inconducente
cuando un nombre lejano apenas huele a nada.
Es como contemplar,
a una mariposa inmóvil entre dos cristales
con sus alas livianas.
A usted le sienta bien, señor embajador,
sentarse imperturbable detrás de su escritorio
y ver como lo enmarca el Pabellón Nacional
con su tranquilizador sol y sus franjas.
Rodearse de papeles y condecoraciones
que cubren eficientes sus íntimas carencias
en medio del Proceso de Integración Regional.
( Este poema, aclaro, es obra de ficción.
Cualquier similitud es pura coincidencia).
Cristina Cammarano.