Tal vez fue ese día.
Tal vez las ramas de los árboles
formaron camino al cenit
y las nubes reencarnaban en cuervos.
Herida de mosca.
Pensé que era indeleble.
Pienso y seguiré pensando
que cuando monarca ave impostora salga de mi cuerpo,
caerá ante el peso de su propio ser
¡NO!
No.
Maldita página réproba.
No me canso
y no me cansaré de masacrarte.
Maldita desgracia la tuya.
No sabía y tal vez no sabré,
que llegué o llegare
a la cumbre donde reina hipocresía,
donde sangré o sangrare sin control,
al salirse mis ojos de sus orbitas.
Exhalare mares de cofres crucificados.
He muerto y moriré repetidas veces,
cada vez más irrelevante y eufórica que la anterior.
La falsedad que me envenenó o me envenenara
será hórrida y absoluta,
fue y será definitiva e indolente.
Espero que algún día te desprendas de mi raciocinio,
parásito del octavo círculo.
Y ahora,
mientras mis manos aquí tiemblan violentas,
por el torpor colérico de mi pecho,
siento que mis pulmones quieren romper mis costillas.
Desolado.
Llegará el día en que renuncie mi cuerpo a moverse,
por temor a arrancarse el cabello añorando las horas del desconocimiento,
donde la verdad era tan real como el numero trece.