Eric W. Benevski

Autonomía

Tal vez  fue ese día.

Tal vez las ramas de los árboles

formaron camino al cenit

y las nubes reencarnaban en cuervos.

 

Herida de mosca.

 

Pensé que era indeleble.

Pienso y seguiré pensando

que cuando monarca ave impostora salga de mi cuerpo,

caerá ante el peso de su propio ser

¡NO!

No.

 

Maldita página réproba.

No me canso

 y no me cansaré de masacrarte.

Maldita desgracia la tuya.

 

No sabía y tal vez no sabré,

que llegué o llegare

a la cumbre donde reina hipocresía,

donde sangré o sangrare sin control,

al salirse mis ojos de sus orbitas.

Exhalare mares de cofres crucificados.

He muerto y moriré repetidas veces,

cada vez más irrelevante y eufórica que la anterior.

 

La falsedad que me envenenó o me envenenara

será hórrida y absoluta,

fue y será definitiva e indolente.

 

Espero que algún día te desprendas de mi raciocinio,

parásito del octavo círculo.

 

Y ahora,

mientras mis manos aquí tiemblan violentas,

por el torpor colérico de mi pecho,

siento que mis pulmones quieren romper mis costillas.

 

Desolado.

 

Llegará el día en que renuncie mi cuerpo a moverse,

por temor a arrancarse el cabello añorando las horas del desconocimiento,

donde la verdad era tan real como el numero trece.