Miro las crestas de nieve
en los coches que cruzan las avenidas
restando la velocidad de su prisa.
La nieve es un ángel socarrón.
El viento tiene uñas salvajes
que no perdonan,
se escurre y deja su nombre aterido
escrito
en mejillas, en manos y sienes.
...Ya no es domingo
y lucho contra esa corriente de imágenes
que quieren empañar
tu lúcida sonrisa
que se me escapa como arena,
y creo que tus pies inventan caminos
hasta mi pies
en las difíciles espumas sólidas
que el cielo
dejó caer.
Ingenuamente creo
que volverá a quemarme de inocencia tus ojos,
a mentirme tus pestañas
en el parpadear,
a mentirme yo que los años no son abismos.
Mira
que mis manos, como dos gatos,
ronroneaban en tu cintura.