Ayer me encontré besando un sueño,
mis labios, físicos ellos,
intentaban atrapar el aire.
El sueño, etéreo él, me hizo un desaire.
Ayer me desperté abrazado a la almohada,
y no hubo restos de sábanas mojadas,
sólo arrugas en su cara suave, planchada,
que en mis delirios, acariciaba.
Esa noche no fueron tus manos,
exploradores ávidos de conocimiento,
ni las mías culpables de tu estremecimiento.
Al despertar quise hacer del sueño realidad,
transformar la realidad en un sueño,
pero el vértigo silbó y todo fue tempestad.
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