Muy bien; al fin todo ha terminado;
hoy sé que jamás podré estar a tu lado.
Te dejo, pues, que sigas tu camino;
que seas feliz, aunque no sea conmigo.
Me llevaré, como un dulce recuerdo,
tu dulce voz, y tu mirar eterno;
y si un día tú llegaras a encontrarme,
espero que al menos quieras mirarme.
Te dejo aquí mis sueños; mis anhelos;
mis ilusiones, mi vida y mis desvelos.
Te dejo todo lo que un día fue mi historia;
mi amor, mi tiempo, mis más grandes victorias;
el brillo gris que iluminó mis flores;
y el título de “amor de mis amores”.
Te dejo el cielo, el mar, la luna, ¡ todo !;
la luz del sol; la oscuridad del lodo;
lo que un día fui, y lo que hubiese sido
si no me hubiera destrozado tu olvido.
Te dejo todo lo que en vida hice;
mi libertad; también mis noches grises;
el resplandor de un cielo ya apagado;
y todo lo que puede ser dejado.
* * *
Mi corazón se queda junto al tuyo
en un eterno e infinito arrullo;
se dormirá soñando con tus ojos,
tu caminar, y con tus labios rojos;
se quedará pensando eternamente
en la que hoy es dueña de su mente.
Sin ti me iré, aunque me duela el alma,
para poder volver a tener calma;
y así pondré final a este suplicio,
y encontraré algún lugar propicio
para olvidar las penas que el hastío
de tu mirar causó en el pecho mío.
Te dejaré que sigas con tu vida
mientras que yo sano de mis heridas.
Puedes rehacer tu vida con quien quieras;
amor, cómo querría que me quisieras;
pero tú ya escogiste tu camino;
y en él no estoy; no estoy en tu destino.
Pues bien, ¿qué hacer?, así es como prefieres;
espero que encuentres lo que quieres;
que seas feliz, que nunca te hagan daño;
mi dulce musa, te juro que te extraño;
no sé qué hacer si no estoy a tu lado;
mi corazón se siente abandonado;
no sé por qué actúas de esa manera,
si yo, mi bien, daría la vida entera
por contemplar aunque fuera un instante
tu singular sonrisa deslumbrante.
* * *
Deseo, mi bien, que siempre seas dichosa;
quiero decirte que eres maravillosa;
que tú eres hoy aun la dulce musa,
inspiración de mi poesía confusa;
que aun tu voz de timbre delicado
provoca en mí locura y desenfado;
y el más enorme e inmenso de los gozos
lo provocan tus dos ojos hermosos.
Te juro que aun deseo acariciarte;
besar tus dulces labios; estrecharte;
sentir la suave lluvia de tu pelo,
y, con tu amor, viajar al mismo cielo.
Aun quiero despertar posado
junto a tu cuerpo inmaculado;
quiero rosar tu piel de seda;
quiero besarte hasta que pueda
sentir que todo el universo
se oculte en tu mirar disperso;
quiero poder parar el tiempo
para amarte a cada momento;
gritar que tú eres mi deseo;
que ardo en amor cuando te veo;
que yo te amo todavía,
y que por besarte yo daría
todo lo que me pidieras;
mi propia vida si quisieras;
mi corazón, mi ser y mi conciencia;
mi pensamiento y mi existencia;
¡ todo !, absolutamente todo eso
te lo daría tan sólo por un beso.
* * *
Mas sin embargo hoy ya no me miras,
y mi alma, que por ti diario suspira,
se muere al darse cuenta que no quieres
mirarme frente a frente, pues prefieres
desviar tus dulce ojos a otro lado,
para evitar al que está enamorado
de tus desdenes crueles y asfixiantes;
y de tus ojos tiernos y radiantes.
Hoy tratas de esquivarme diariamente;
yo no puedo sacarte de mi mente;
y el corazón se está volviendo loco;
se muere sin tus besos poco a poco;
y no quiere olvidarte aunque en la ausencia
se muera por tu cruel indiferencia.
Yo ya le di razones suficientes;
pero tus ojos, dulces e inocentes,
le dan cada día nuevo mil razones
para hacer más grandes mis ilusiones;
y aunque me desprecies, y me dañes,
espero que pronto te desengañes
y te des cuenta que en ningún lugar
encontrarás a alguien que te quiera
del modo en el que yo te puedo amar.
* * *
¡ Oh, hermosa musa de Octubre, te lo pido,
ya no trates de esquivarme por favor,
no me arrojes hacia al fondo de tu olvido;
date cuenta que por ti muero de amor !
No desprecies las poesías que te he mandado;
no me dejes solo, triste y sin querer;
¡ mírame !, ante tus pies estoy postrado,
ofreciéndote mi alma, vida y ser.
¡ No me dejes sin tu amor, no seas injusta;
bien sabes que eres tú mi dulce bien !;
dime, ¿quieres a alguien más?, o es que te asusta
darte cuenta que me quieres tú también.
No seas cruel, por favor, deja el hastío,
y ya no hagas sufrir mi corazón;
mejor une tu pecho junto al mío
y volvámonos uno tú y yo;
olvidemos ya todo el sufrimiento;
olvidemos el mundo alrededor;
y dejemos que nuestro pensamiento
se funda tan sólo en el amor.
¡ Regálame la dicha de quererte;
apiádate de mí, no seas tan cruel;
porque si tú ya no me dejas verte,
sin tener más remedio, moriré !
¡ Devuélvele a mi vida su alegría;
confía en mí, abraza mi emoción;
y deja que tu alma y la mía
se unan en un sólo corazón !
¡ Por lo que tú más quieras, dulce vida,
no destroces con tu olvido mi ilusión !