Miles de palabras golpean el tejado
una lluvia de remedos de todo lo ideado,
incesantes susurros maliciosos enraízan mi inconsciente,
acaparando mis esfuerzos por seguir el guion del siguiente acto.
Como una película vieja, el mundo se me proyecta en sepia,
las lagrimas auxilian brindando el brillo a un retrato desteñido
que recuerda el sentir inocente de los crepúsculos vivientes
que unían miradas y arrastraban el tiempo donde no había inconvenientes.
Y que hago yo ahora en un mundo donde llueven palabras,
sin libreta y un cincel, sin poderlas yo leer,
sin ser el mejor y ser lo que soy, sin ya poder encontrar palabras que enciendan tu piel,
si tan sólo en mis ojos pudieras leer los tantos versos que a tu ser he de componer.