Me escondo delante de tus ojos
para que puedas ver que te busco;
pues para mí, que siento morar en tu corazón,
disfrazarme de huida es mi único camino.
Qué triste y punzante es mi destino,
tener que retroceder ante lo querido.
Y al volver, siempre encuentro tu espalda,
quizás, a lo sumo, tu perfil afilado,
y frente a frente, tú lo sabes,
tuerzo mi cuello y miro al suelo.
Por ello, ya conozco el reverso del mundo,
el vacío vertiginoso del acantilado;
en cambio, tu cara en directo, mirándome,
es solo un recuerdo pegadizo, abandonado,
la mirada viva de un presente lejano
que sigue firme sin más lazos con mi tiempo.
Recuerdo tu sonrisa cruel, que cura de su propio daño,
trucos de mago sabio, arte viejo de los enamorados.
Recuerdo tu voz ajena, hablando de lo desconocido,
de lo que nunca dirían mis padres o mis amigos;
hacer visible y consciente mi herida,
hacerme culpable de mi venida y de mi partida.
Y después de todo,
te amo porque el amor me domina,
pues a ti te odio con todas mis fuerzas.
Arrastrado por una alud en las venas
me observo superar una barrera infinita
con gracia y sin esfuerzo alguno,
derrumbas mi ego como si fuera tuyo;
conquistas sin batalla el espacio de mi futuro.
Te amo porque haces de mí,
el antídoto de mi propio veneno,
destruyéndome primero,
en el mismo momento que creas algo nuevo.
\"Treinta y tantos poemas de amor en el esapcio en blanco\" Ulises O.F
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