En Montevideo se sueña,
con estrellas, con lunas,
con el mar y más que nada
con amar.
Se sueña lo soñado, lo pensado, lo deseado.
Lo que se marca profundo en el corazón inmaculado.
Veo el viento, acaricio el sol, percibo la lluvia
corren las personas que se alejan de mi sombra
mientras permanezco a la orilla de un recuerdo.
Recuerdo ajeno
aunque ahora mío
tomo como propio
lo que alguien rechazó
rechazo
de no querer, de despreciar y olvidar.
Las calles de Montevideo se llenan de “adioses”
y los sonidos son ecos
que se mezclan con las olas
precipitosas olas,
silenciosas olas,
apabullantes olas.
Ellas que correr pueden,
que olvidar logran
ellas que huyen
sin ser alcanzadas por sus torturadores
soluciones tardías
desaparecer con el mar.
Mar solitario,
mar triste,
mar traidor
mar que esconde
lo que embrutece a la noche y alegra al día
Una vez más todos se van
yo quedo
con el día,
con la noche,
con lo que se calla,
con lo que se grita.
Aunque en ésta ciudad
nadie escuche a una sombra.