En la vida las pérdidas
no se pueden evitar.
De nuestra capacidad
de adaptarnos al cambio
depende nuestra felicidad
y nuestra libertad.
Nada se puede cambiar
a menos de antes aceptarlo.
De todas las energías peligrosas
que se pueden propagar
en nuestra alma,
una de las más nefastas
a nuestra dicha, es desear
que las cosas sean diferentes.
Con un gran esfuerzo
podemos intentar cambiar,
la manera de actuar o de pensar
de los demás
o como las circunstancias
evolucionan.
Pero cuando este esfuerzo
encuentra una resistencia
como a menudo llega,
la corrosión gana entonces
nuestro corazón.
Tener la capacidad de cambiar
lo que se pueda,
no resistir a lo que no es posible
y discernir la diferencia entre ambas.
Lo mejor que se puede hacer
cuando llueve,
es dejar que llueva.
Sé como un puente,
vive el presente,
deja a la vida fluir.