No tendría la cuerda
razón para la nostalgia
si la golondrina no hubiera cantado ahí,
junto al sendero.
Los guijarros
y las aguas del arroyo
embellecen su canto volátil,
su gorjear de plumas.
Hace ya largo tiempo
que la cuerda encontró el silencio
de sus hilos místicos.
Yo la vi agitarse en el aire
al salto de unos niños que cantaban
las tiernas historias recogidas por las abejas
en un viento arbóreo.
Es un susurro de silencios luminosos
como si brotara de un manantial,
sorprendido
por las lágrimas del sol.
He aquí la golondrina
en su poema íntimo,
Mirad cómo busca los hilos de la paz
en las nubes que florecen
a la sombra de su canto.
E.D.A