No queda nadie en este minísculo mundo.
Las calles se despoblaron.
La tierra recibió la maldición del invierno.
Los ladrillos del cielo lo encapotaron.
Solo quedan fantasmas.
Estoy solo. Estamos solos.
Puedo oír el eco de mi voz, solapada por la tuya.
Te recuerdo siempre en mis mañanas,
justo antes de que el día golpee mis ojos.
Ya no queda nadie...
Solo reconozco tu figura entre la lluvia,
no hay silencio que te cubra
ni ilusiones que te nublen.
Mañana volveremos a cruzarnos
y tu mirada volverá a recordarme
que es todo un imposible,
que en tu corazón no queda lugar,
aunque mi mayor riqueza sea quererte
en las soledades de mi mundo
siempre habrá un lugar para ti.
J.M. García
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