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- ¿Me escuchaste? Dime algo - intenté retroceder, pero era inútil.
Fragancia de ternura, campos de algodón, cielo azul de paz y sosiego. Ese olor y su cuello, su cuello y mi deseo… y mi hija, mi pequeña.
Sin alzar la voz me repitió:
- Me caso, esto que compartimos se termina aqui ¿algo para decir?
- ¿Desde cuando estás de novia?
Nada más decirlo y me mordí la lengua. Estúpido, estúpido, hombre estúpido. ¿Celos? ¿Sentido de posesión? ¿Mi ego herido? ¿Desde cuándo tenía un socio?
Su risa me erizó la piel y de nuevo el deseo se prendió en mí. Ella lo notó por debajo de la sábana, y para ponerme más incómodo aun, no me quitaba los ojos de encima.
Fácil... ahí decayó el imberbe, se fue ablandando hasta perderse entre mis piernas.
Fui vistiéndome despacio, bajo su atenta mirada, a medida que lo hacía recobraba mi dignidad magullada por la noticia.
Ahí caí en la cuenta que no sabía nada de ella, todo se reduce a estas cuatro paredes. Jamás la imaginé existir fuera de este sitio, incluso cuando la veía caminar ya la incorporaba al lugar. Imbécil, egoísta, machismo puro y dolorido por la cornamenta que cargo en mi frente.
Como leyendo mi mente y alzando solo un tono la voz me repite.
- Estoy de novia, me voy a casar ¿Y qué importa cuánto hace que estoy con él? ¿Celos quizás? ¿Tu ego mal herido por no darte cuenta que yo tenía una vida real tangible y con proyectos? ¿Qué quieres saber?….
- Todo. Quiero saber todo de vos, que me cuentes de tu vida, tus sueños, tu intimidad, tus seres queridos. Todo, todo lo que puedas y quieras contarme.
¿Fue pena lo que brilló en sus ojos? ¿Fue tristeza por ella y por mí?
- Nada tengo para contar, pues todo lo conté, solo que jamás escuchaste, siempre estabas más allá de mí, siempre divagando, siempre escapando y sin hacerte cargo de tus acciones. Podría haberme casado, tener hijos, continuar esto y no te habrías dado cuenta, pero no se me da la reverenda gana de darte un solo segundo más de mi amor y mi tiempo. Sí. Amor. En estos cinco años te amé apasionadamente como nadie. Me entregaba a vos cada vez, esperando un gesto, una palabra de amor o ternura, pero de vos no salía nada, solo tu semen que se quedaba encerrado en una bolsita de látex por precaución, y así estás, dentro de una bolsa de látex, protegiéndote… de mí, del mundo lleno de fantasmas y rencores.
De pronto me mareo, me invade una fragancia de ternura, campos de algodón, cielo azul de paz y sosiego.
Quiero abrazarla, pedirle perdón, curar sus cicatrices, besar sus pies, sus manos, pero ella las levanta las coloca como barrera, sus ojos son un abismo, insondable.
- Fragancia de ternura, campos de algodón, cielo azul de paz y sosiego, - repito como un loco, una y otra vez hasta que ella me interroga con la mirada - eso eres para mí. Cuando trenzabas tu cabello yo te miraba y admiraba hacerlo, me apasionaba con la curva de tu cuello y mis ojos te lo decían. Era el momento más hermoso de cada encuentro, solo que estabas de espaldas y no me veías.
Vibra su bofetada sobre mi mejilla, me castañetean los dientes. Tan pequeña y tan fuerte. Descalza, su cabeza llega justo a mis tetillas. Me pide perdón.
Algo se me escapa, algo dentro mío no funciona del todo bien, espero y espero hasta que ella baja el rostro, echa su larga trenza hacía atrás, se endereza. Parece un junco joven, fibroso,
- ¿Y qué crees? Yo me sentaba frente al espejo y buscaba tus ojos queriendo capturar por un instante algo que te uniera a mí, pero nunca viste a la mujer, solo mirabas la niña que me habita y en ella a tu hija extraviada. Aun hoy, a pesar de tu confesión, no me ves y nunca me verás. Solo sientes en mi piel fragancia de ternura, campos de algodón, cielo azul de paz y sosiego. Vete, cierra la puerta, mete la llave por debajo… Es tarde y tengo frío, debo dormir algo. Es mañana la boda y no quiero lucir ojeras violetas de tristeza, se supone que una novia es feliz.
FIN