La ambulancia
Hace tiempo que no venía una ambulancia
a este pueblo de interior, donde la gente
muere todos los días, pero no de bala,
como ahora que hay un muerto en plena plaza,
baleado y sin razón por un furgón de policía,
sino de hambre y de dolor, que de eso muere
la gente de por aquí, de un largo olvido.
Por eso al oír la sirena de la ambulancia,
al verla aparecer por estas calles polvorientas,
les juro que no sé cómo se salvaron los paramédicos,
y es que la gente atravesó una barricada en nuestra calle,
detuvo la ambulancia, la dio vuelta
y, en tanto la incendiaban, el baleado
moría sorprendido de tan magno movimiento.
Y es que, como ya les dije, es hace tiempo
que no venía nadie a nuestro pueblo miserable,
menos una ambulancia que aún se quema en plena plaza,
mientras la gente vuelve a sus casa o a sus sitios de trabajo
y el furgón se leja ululando su sirena,
curiosamente semejante a la de aquellos enfermeros
que tampoco han vuelto más a estos tierrales de abandono.
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