Con la agradable noticia de que se convertirían en padres, Emilio tomó la decisión de invitar a los papás de Elena para que se vinieran a vivir cerca de ellos. Les construyó una casita al lado de la hacienda y les proporcionó un pequeño lote de animales para que tuviesen más independencia además de la sastrería que instalaría el padre de ella.
Con el tiempo más artesanos se instalaron en los demás sitios disponibles, eran tiempos muy difíciles en otros pueblos donde no había mucho trabajo y “La Fortuna” se estaba convirtiendo en un lugar de prosperidad, la gente era muy amable y recibían bien a aquellos menos afortunados pero con deseos de superarse. Fue así que llegó doña Rosa, la que hacía tamales muy sabrosos y pronto se dio a conocer por lo que las señoras que vivían en los barrios más elegantes del pueblo acudían hasta el barrio de los Aripines para adquirirlos-así se llamaba el barrio donde estaba la hacienda. Elena le aprendió muchos secretos culinarios y de esa manera agradaría mejor a Emilio, porque él tenía un gusto muy exigente por la comida, especialmente aquellos platillos preparados con animales silvestres.
Además de doña Rosa, llega Isabel, quien se destacaba por los finos bordados en lino. Ella vino del extranjero con alguna promesa de casamiento con un rico heredero, pero resultó un fiasco. La carta que le habían enviado sobre el supuesto pretendiente era pura farsa, ya que el “novio” no tenía propiedades ni trabajo. Isabel, se decepcionó por las mentiras vertidas en aquel papel, pero se enamoró de esta tierra. Le fascinó el paisaje, el canto de los pájaros mañaneros y la variedad de frutas durante todo el año. Alguien le habló de “la Fortuna” y fue así que se sumó al grupo de moradores con habilidades muy especiales que formaban parte de la comunidad del barrio los Aripines y la “Hacienda Vieja”.
Elena, se sentía acompañada con todas esas personas a su alrededor, en su rostro se reflejaba cierto gozo. No era solamente el que llevara un pedacito de su ser en su vientre, sino el verse rodeada de personas buenas y especiales, tan diferentes a las orgullosas damas que vivían cerca de la plaza, incluyendo a las familias de los hijos de Emilio quienes no habían visitado ni una sola vez a su padre desde que llevó a Elena a la “Hacienda Vieja”. Ella pensaba: <<quizá con el tiempo me gane su confianza y me acepten, se darán cuenta que no he venido en pos de una fortuna sino las circunstancias me han traído hasta acá sin haberlo pedido yo. No seré una competencia por la riqueza que poseen, trabajaré igual que todos los artesanos acá asentados, administrando cada centavo ganado con el esfuerzo y cuidaré de los productos y pertenencias de la familia, cosa que al parecer ellos han descuidado mucho>>.
Con esos pensamientos positivos Elena descansaba en una hamaca del amplio corredor al igual que lo hacía Emilio, en la otra hamaca colocada cerca del comedor donde deambulaban los gatos en espera de su rica ración de leche y pan. Desde su posición ella veía sorprendida su bugambilia…, la planta tenía una nueva rama.
Continuará...