Alguien llamó a mi nariz con su aromático lenguaje
y mis ojos se tropezaron con tu nívea sonrisa,
¿qué hacer?.
El suelo fué un surco inmenso en el que me derruí
sin más pena que la agotable sensación de sentirme
cazado, atrapado por una invisible
red hecha de todo tu ser.
Fuiste lo único existente, eras una mezcla
de mar y natura, de flores y tierra.
En el aire estabas y de aire eras
y yo en ese aire parecía levitar
apesar que creía hundirme.
Sea como sea no hubo nada bajo mis pies,
sólo estaba tu aroma impregnando mis sentidos
y erizandome la piel, sembrandote en mi pecho.
Hasta ese momento me creí dueño de cualquier
situación, nada, nunca nada me turbó así
y parecías concer lo que me pasaba.
Ahora que de tu mano va mi futuro,
de la mía llevo alegría y cada que desgranas
un beso en mis labios,
vuelo donde me lleve tu aliento.