Pasadizo estrecho… apenas alumbrado
que acunaste el calor del conventillo
y que junto a tus paredes de ladrillos
viste engendrar aquel purrete, acongojado.
Vos le diste color al barrio bajo
y en tus tardes transpiradas de nostalgia,
despertaste los deseos y las ansias
de aquel amor fugaz… desenfrenado.
Abrumado por amores sin consuelo
de caminantes por cornisas clandestinas
en tus frías y delgadas marquesinas
se quebró una ilusión… cayendo el velo.
Por tu senda transitaron mil amores
comentarios, sin sabores, chismes de viajero
maldiciones terminadas en despojos
promesas, caricias y te quieros traicioneros.
El zaguán se transformó en tu enemigo,
y te robó los más enloquecidos sueños,
pero vos seguís llevando en tu alma descarnada
el incontrastable orgullo del espíritu porteño.
También le diste marco de arrabal embotijado
a la vereda que te embriagó de encinas
y ya por tus laderas clandestinas
reanimaste el amor nunca deseado.
Fuiste incansable sostén de espaldas y columnas
escápulas, fémures y pubis
y acogiste su sentir de travesura
dándole marco al amor y la locura.
Alguna siesta te encontró en penumbras
dándole brillo al beso tan deseado
y cobijaste en tus pálidas baldosas
la secreción del niño no esperado.
Ahora… convertido ya en leyenda
le das lustre al historial porteño
ya no reposan en tus paredes fatigadas
ni el amor, ni el engaño, ni este tiempo…