ocsirnaf

El abuelo.

El abuelo se dormía en los bancos de los parques,
no quería hacerse viejo,
decía que no era elegante.


Con su colilla en la boca y en las manos unos guantes,
se le iban amontonando los años...
que le perseguían por todas partes.


El abuelo solía pisar las hojas secas caídas del otoño,
(a el le gustaba el crujir que hacían al romperse).


Se le hacían eternas las lánguidas tardes de Noviembre.
El abuelo amaba la Navidad...
y siempre quería que fuera Diciembre.


Mi madre me decía que a las seis,

el siempre se ponía su pijama,
se bebía su vaso de leche y les decía...
¡hasta mañana!,


Pero mañana fue un largo camino oscuro,

con una luz que brillaba a lo lejos.
El abuelo quedo dormido en los parques de los cielos,
sin haberme dado un beso.


Y en los parques a veces lloro

cuando siento el calor de sus brazos,
es como si se sentara a mi lado,
porque noto su olor a tabaco.


Y veo a los niños que apuran sus horas de juego
y a las parejas que mimosas se besan en secreto.


Mi madre me habla a veces de el,

en el triste solsticio de su vida,
y me cuenta historias de antaño,
que al recordarlas siempre le hacen daño.


Recuerdo la figura del abuelo,

como alegre sombra en mi pasado
y a las palomas, que inquietas y altaneras caminaban a su lado.


Al abuelo que nunca conocí...
a mi viejo amigo desconocido.

Ocsirnaf. 2/11/2013