Ay dolor, dolor, dolor, ¡cuánto dueles!
Cuando nos destrozas el corazón,
Cuando te transformas en obsesión
Con el letal veneno con que sueles
Dañar con voracidad, como mueles
Al ser que es esclavo de la pasión,
Al hombre que vive entre gris prisión
Y atado con invisibles cordeles;
Me dañan interminables condenas
Y sufro mucho entre agudos espinos
Atrás quedaron mis horas serenas;
Atrás quedaron los buenos caminos:
Hoy me estoy muriendo entre vanas penas
Entrego mi vida por otros sinos...