Anoche soñé contigo
mi queridísima Esther
¿Qué soñé? no es menester,
de verdad, yo te lo digo,
como tu cordial amigo,
que te cuente lo soñado.
Mi tristeza se ha marchado
en la nave del olvido.
Mi cuerpo se ha estremecido
con el beso que me has dado.
En tu corazón quisiera
penetrar mi poesía
para saber de alegría
y la tristeza no fuera
el numen que me nutriera
para escribirte mi Esther.
Para ti quisiera ser
el árbol que te de sombra
y de tu piso la alfombra
y de tu vida el querer
Como alejaste de mí
mi milenaria tristeza
con tu sublime nobleza,
Esther, yo creo que en ti,
se aposentó el querubí
que sin cansarse me cuida
para que sea mi vida
con la tuya entrelazada
y tu amorosa mirada
se sienta en mí confundida.
Creí que te había ofendido,
por confesarte, mi Esther,
¡Oh, deliciosa mujer!
que por ti estoy sumido
en un amor prohibido
que me aturde y me arrebata
toda esperanza sensata
de que sea correspondido
el amor que me ha aturdido
y mi demencia desata.
Gracias mil Esther amada,
por ser tan dulce conmigo
y por eso yo bendigo
tu gratitud bienhadada
Eres bienaventurada
Eres perfume y dulzor
Eres bálsamo de amor
que sanas con tu fragancia,
con tu magia y tu elegancia
cualquier extraño dolor.