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Hay días que absorben el alma…
que agotan toda existencia,
que se pronuncian a gritos
y sacuden con vehemencia…
Días que desde su llegada
oprimen todas las miradas,
que aletargan en su permanencia
y hasta el verbo lo violentan.
Son días que se presentan ciegos
porque enceguecen toda su aura,
que llegan sin firmamento
y se niegan a todo talento.
Días con deslave de valores…
con algoritmos inconclusos,
infinitamente llenos de problemas…
y la paciencia, en la ventana espera.
Días que se niegan a una efímera sonrisa
y a la incipiente necesidad de resolver…
tan sólo se miran en su mismo espejo
y tan descorteses ellos mismos se ven.
Esos días se afrontan con firmeza,
porque llegan y nos ponen a prueba
y a veces, vale la pena una espera
y ese suspiro… que siempre a tiempo llega.
Y es que cuando esos días llegan,
al amor ya mismo ellos se niegan,
pero la actitud con la que los recibas,
te dirá en su sepulcro, ¡arriba la vida!
Aunque no todos los días son iguales
y eso es lo que hace muy valioso el vivir,
lo mejor es siempre recibirlos…
y desde la grandeza del existir y el convivir.
…y siempre agradecer por esos días,
por su valiosa presencia,
porque de ellos también se aprende
y en ellos mucho se crece…
…y cada uno de esos días, será un hoy.
Lo mejor de hoy, es el café mañanero,
el tener sus segundos como fiel compañero
y esa, tu sonrisa… que siempre llegará a tiempo.
No todos los días son buenos,
pero siempre hay algo bueno en todos los días.
Hija del Sol
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